VASA, 1628
Pasé
catorce horas de vuelo para llegar a ella
y ella,
cuatro siglos bogando para atracar en mi asombro.
¡Ah, bestia boreal de lo imprevisto!
Me contaste de ballenas que pelearon
a canto vivo tus cuadernas,
de las salvas de silencio
con que espantaste sus ardores
y del día aquel
en que la última gaviota se prendió a tu mástil
y arranco las velas como un recuerdo.
¡Cuántos abedules para abrazar tu casco!
¡Cuánta premura para entrar en los sueños!
Báltica joya en la ostra de los inviernos,
limpia de hombres, vacía de voces y contraordenes
conservaste para mi
un corazón de laberintos y espejos,
el adios perdido de los reyes
y un mascarón de proa, vacío
para este amor de lejanías.
¡Ay, Alfonsina escandinava!
coral de museo,
momia marina que jamás
revelará mi pecho.
JEROGLIFICO
Me tiño los huesos y los acomodo.
Con extrema delicadeza
hago con ellos mi plaza fuerte,
los muros que el tiempo vendrá a hurgar
con su lascivia infinita.
Del rojo más negro
para confundir la noche
para quien me encuentre sepa
el tamaño de mi desvarío.
Del rojo verdadero que somos
me tiño y lego
corazones machacados.
Quien me encuentre sabrá olvidarme,
tejerá una selva
con ardientes guacamayos rojos.
DESIGNIOS
No sé cómo planeó mi padre
hacerme llegar aquel poema de Dalton
envuelto en su pergamino
de visita a Tierra Santa.
César, mi hermano,
los trajo anudados a su alegría
y me pidió guardarlos
bajo el vidrio de la memoria.
"Se marchitan -me dijo-
golpean como hojas sueltas
de un otoño setentero."
Aquel día supe
que mi destino sería igual
al de un árbol con oficios muy particulares:
mientras todo el bosque marchitara,
yo, crecería con los despojos
como un frondoso y único
paraíso de nostalgias.
EN LAS GALERAS
Yo serví en las galeras contables,
amarrado a la silla
empuñaba el lápiz remando
en contra del cifrado mar de horas y cierres.
El sol teñía la mitad del rostro
mientras el ventilador henchía los papeles
con su soplo hastiado.
A la altura de los pájaros
que se estrellaban en los ventanales,
imaginaba que el edificio entero levaba anclas
y dejaba atrás
las nubes de un cielo petrificado.
¡Cuántos salarios pasaron
como esqueléticos peces multiplicados!
¡Cuántos memorandos silbando
como látigos en mis manos!
Yo serví en las galeras contables,
restándome, borrándome,
batiéndome manso en la espuma de las tardes.
HOMBRE SECULAR
Todo está en contra del hombre secular:
La marea que truena
en los silencios de la palabra,
la fruta ácida que se encuentra
en medio de la sed,
la órbita sorprendida por Newton y Copérnico
y que ahora, entre los simios,
es el dogma de las esferas;
la veloz ráfaga que viene de los calendarios
y el otoño de días y horas
donde gira el inconforme,
el universo fragmentado
ante la primera pregunta del niño
y ante el sueño precoz de los astrónomos.
Todo está en contra
del que va desnudo
con un arreglo floral para el forense,
las enormes vitrinas bajo las cuales
surge el amor de los ciegos,
los símbolos patrios, el candado de las fronteras,
el tañido escrupuloso de las campanas
que avisan el desastre,
la prudencia de los anarquistas,
la bala que se oxida
en la ruta sanguínea de lo tiempos;
la limpieza de la muerte,
la nostalgia inútil de los ebrios
recién casados,
el soltero que desgusta
los platos fríos de la soledad,
la polilla que engorda de luz
en las bombillas abandonadas,
los burdeles donde se ama con uñas y dientes
con un amor más tierno que el de los enamorados.
Las oficinas del tedio,
la oración cifrada
en la administración de Dios,
el goteo de santos y blasfemos,
los que esperan una llamada
o un signo de fe trás la orgía,
los que buscan empleo
para ser objetos de burla
o simple objetos de inventario.
POEMA EN ONDA CORTA
Con la radio venía la revolución.
Por las noches, cuando mi abuela dejaba
el responsorial y la estación católica
interrumpía su señal,
la radio quedaba a la deriva
en la curiosidad del niño:
¿Quiénes eran los santos furibundos
y quiénes los mansos pecadores?
"Condenamos
la grave orientación de la revolución vietnamita
y el leve alzamiento de la revolución filipina.
Condenamos
la lejanía que advertimos en la revolución sandinista
y el tímido apoyo de los afganos
a los tanques soviéticos.
Condenamos
el marasmo en que camina la revolución en Polinesia,
y la interpretación vaticana a la furia del italiano.
Condenamos
la pésima interpretación de los comandantes búlgaros
y la casa de caracol donde duermen
los comandantes albanos.
No hay duda que la doctrina jamás será superada,
así, que también condenamos
el enfriamiento de la pasión
en los camaradas moscovitas
y el calentamiento prematuro
de las Panteras Negras en Louisiana..."
Con la abuela, llegaba el fin de la revolución.
Siempre me atrapaba trasnochando,
cambiaba el dial y me reprendía.
Con tres padres nuestros olvidaba,
según ella,
el evangelio prohibido
que ya se filtraba en mis sueños.
martes, 2 de mayo de 2006
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