domingo, 21 de mayo de 2006

CUENTO INÉDITO DE PATRICIA SUAREZ


ME LEVANTO DESDE SUEÑOS
Relatos de sueños

Me levanto desde sueños de ti
Percy Shelley
1. Anoche te soñé, le escribí a mi primer marido. Estabas llegando tarde a casa. Era el mediodía, poco después del mediodía. Recuerdo claramente cómo conocía yo el sonido de tus pasos, cómo metías la llave en la cerradura, el ímpetu con que abrías. Te veía entrar al patio. Llevabas puesta una camisa amarilla, clara, desvaída. Durante el sueño tuve la conciencia de cuánto me costaba lavar esa camisa, porque usabas un desodorante que la decoloraba a la altura de las axilas. Recordé el olor de tu transpiración, con todos sus matices: cuando hacía calor, cuando estabas nervioso, cuando el agotamiento. Recordé algo más: cuando el que en aquel tiempo era mi psicoanalista me preguntó qué tenías en común con mi padre y yo respondí: el olor de su sudor. Y él consideró que hubiera sido maravilloso un mundo donde uno se moviera guiado por los olores.
No lo sueño demasiado a menudo, pensé, pero no se lo escribí. Agradezco a Dios que así sea. Porque a la larga uno puede acomodarse en la pena como en un sitio más o menos confortable: la ausencia es tal vez menos insalubre que la presencia del ser amado. Es una conclusión a la que llegué con el paso de los años. Pero esto último no se lo escribo a mi primer marido, sino que me lo quedo masticando. Tiene una mujer nueva, y está en camino de ser padre.
La luz del sueño, la vividez con que sus camisas entraron en mi vida cotidiana –tan distinta ahora de la que llevábamos cuando estábamos juntos- me puso triste todo el día. No era añoranza, no. Era otra cosa.
Estabas parado en la luz, me digo.
Yo abriría entonces la puerta de la cocina, para llamarte.
La comida está lista.
Nos sentaríamos a comer en nuestra mesa demasiado estrecha.
Durante muchos años compartimos esa mesa donde apenas podíamos mover los brazos para utilizar los cubiertos.
Hacías un gesto.
Levantabas el dedo índice como señalando el techo.
Afuera un pájaro cantaba.
Y la luz se erguía sobre tu cabeza.
Y yo creia que el tiempo era infinito.

2. El año pasado tuve un sueño recurrente.
Soñaba que yo era la joven que Vermeer, el pintor holandés, pintó en La muchacha del aro de perla. No recuerdo nunca haber visto ese cuadro personalmente; ni siquiera soy una fanática de Vermeer. Sólo una vez hice un artículo sobre él, en un diario extranjero, a propósito de una muestra que se inauguraría en Buenos Aires. No ví la exposición tampoco.
Pensando en las circunstancias cotidianas que rodearon estos sueños, no encontré ninguna que explicara el por qué que yo soñaba con ella.
Busqué información en internet.
Vermeer no tuvo una modelo como Botticelli tuvo a la Bella Simonetta o como Tiziano a su hija. Era una chica holandesa de los alrededores, y en el cuadro representa la pureza.
Y yo no me considero un ser casto.
La primera vez que soñé ella, yo estaba conversando con mi primer marido. Mientras lo hacía, me ataba en la cabeza el turbante que la joven tiene en el cuadro. Yo, que tengo el cabello tan oscuro y sefaradí, veía en el sueño mis cejas rubias y holandesas.
Luego, ella que era yo, apareció en otro sueño. Caminando. Yo veía su vestido intensamente azul.
La tercera vez que la soñé fue a raíz de relatarle estos sueños recurrentes a un amante. Nunca, le dije, me sucedió que un personaje de cuadro quisiera comunicarse conmigo. Él no medió palabra. Yo estaba en su cama y me quedé a dormir con él. Entonces ella vino esa noche y mi amante acogió el relato del sueño con una indiferencia tal que parecía que él todos las noches se acostaba con espíritus y todas las mañanas desayunaba con fantasmas.
Y a la noche siguiente cuando ya estaba yo sola, en mi casa, en mi cama y con mis decepciones al descubierto, también vino la joven del aro de perla. Fue la última vez que la vi. Estaba parada frente a mí, esa mujer que era yo. Su vestido esta vez se veía negro, oscurecido, y fue apagándose su figura de abajo hacia arriba, y ni siquiera pude ver su rostro. Como un rollo de papel que se incendia, de pronto el misterio se fue como hubo venido, sin que yo atinara a resolverlo.

3. La última vez que viajé a ver a mis padres fue en el verano. Hacía demasiado calor. Estuve cinco días. Esperaba a la vuelta tener un encuentro con un hombre que me gustaba mucho. Sé que yo le gustaba mucho. Lo había invitado a almorzar y no veía qué cosa podía pasar que trastocara el sentido de este encuentro.
Una noche, en la otra ciudad, durmiendo en la que había sido mi habitación, soñé lo siguiente:
Estábamos sentados en la cama en la que dormí en mi adolescencia. El hombre estaba frente a mí. Yo tomaba su mano y la llevaba a mi esternón y él me tocaba y su mano entraba dentro de mi cuerpo. Entonces yo le decía: Estoy curada.
Volví y cociné para este hombre.
Compré un vino que no tomamos porque él era abstemio.
Hablamos de trabajo, en primer lugar. Un poco del pasado de cada uno.
Yo no podía ni mirarlo a los ojos.
Creía que el deseo se me notaba.
Existía un red tan tensa e invisible uniéndonos, que el primero que se levantara de la mesa rompería el encanto y causaría dolor al otro.
Fui yo quien se levantó primero.
No lo besé.
Pasé a su lado y me dirigí a la cocina a preparar café.
Él dijo:
“Creo que está siendo la hora de irme. Tengo que trabajar”.
Yo dije que me parecía muy bien; me temblaban las piernas.
Le serví el café y lo bebimos.
Se levantó y se fue.
En la puerta me abrazó.
Yo sentí que ya no tenía mucho sentido darle un beso.
Aparté mi vista de su boca y no quise interpretar mi temor como un fracaso.
Luego descorché el vino, me tomé un vaso yo sola y medité.
No encontré una sola respuesta que me explicara por qué no le había contado el sueño.
El estaba ahí, ponía su mano en mi pecho y tocaba mi corazón.
Bastaba eso. Pero no pude y me quedé callada.
Después, ya no volvimos a vernos.

1 comentario:

Mario Cesar Lamique dijo...

agradecimiento para las dos , Patricia Suarez(leí algunas cosas tuyas en V de Vian) y Amalia que no tengo el gusto de conocerte pero tu blog es muy bueno,te comento que el mio es "lamique.blogspot.com" tengo relatos de ficción que rozan el tema del futbol, si te interesa alguno...pedilo nomás.....que siga creciendo y durando este olvido.
Mario lamique (lamiquem@yahoo.com.ar)