QUIÉNES SON LOS
DESAPARECIDOS
El legado de la militancia
Imposible no enamorarse de él. Sus ojos húmedos, su sonrisa familiar, esa disposición primero cansada de tanto periodista suelto, después interesada de tanto análisis y, finalmente, exigente de continuar conversando. Su nuevo libro, "Alguien aquí conmigo", se enmarca dentro de una reciente serie de novelas (por ejemplo, La noche más polar, de Daniel Tevini) que indagan desde la poética el sentido de la existencia de los desaparecidos.La consigna que me impuse fue no conversar sobre su vida privada. No para alejarme del autor sino para percibir de cerca sus verdades más profundas, nacidas de las experiencias reales que ya todos conocen: una hermana embarazada y un cuñado desaparecidos durante la última dictadura argentina. El encuentro entre esta periodista y este excelente escritor fue el encuentro de una generación que pregunta a la anterior. Víctor Heredia responde.
¿Alguien aquí conmigo fue un libro muy elaborado?
─Alguien aquí conmigo se trata de una novela que escribí hace cuatro años y que recién en el 2003 llegó a Editorial Norma. Tardé unos cuatro años en decidir cómo y desde dónde podía contar aquello que tenía ganas de contar. La obra no está formada por un sentido musical, sí en cambio por un lenguaje poético que me permitió resolver un tema extremadamente difícil de abordar como lo es la detención ilegal y secuestro y tortura de un muchacho militante, Miguel Artori, a manos de un grupo de tareas de la última dictadura militar. Me ubiqué desde ese lugar personal porque sentí que no correspondía ahondar en detalles truculentos ni mucho menos relatar sucesos que quizá ya se han descrito en libros más duros y más complejos, relacionados en mayor medida con el orden de lo jurídico, como el Nunca Más. Entonces, lo que escribí fue una novela de ficción basada en un hecho real, doloroso para los argentinos..
En realidad, no me refería a una elaboración técnica, sino a una elaboración interna, que puede haber empezado el mismo día en que terminó la dictadura.
─Ah, entiendo. Esto se dispara en el momento de las amenazas a la Triple A a los artistas en 1975, después recrudece con la desaparición de mi hermana embarazada en julio del 76 y me acompaña desde ese momento hasta ahora. Así que, imaginate, desde el 75 hasta ahora hay todo un proceso de elaboración. Incluso hay una primera novela escrita que se llama Banderas de la Primavera que es un mamotreto...
¿La escribiste vos?
─¡Sí! Incluso sigo escribiendo, estoy trabajando sobre la historia de una familia marginal actual, de una saga familiar. Es un mamotreto todavía. Esta que editó Norma es la primera editada pero es la quinta escrita. Banderas de la Primavera es quizá la que le dio nacimiento a ésta, porque fueron los primeros intentos de escribir sobre un tema que muy complicado de abordar, porque no lo podes hacer desde el alegato sino desde la humanidad, no lo podes hacer desde el panfleto sino desde la sensibilidad, y a mi me resultaba muy complicado sacármelo de encima, literariamente, de alguna manera. Ya no por hacer catarsis, sino porque tenía necesidad de expresar quienes fueron los que sufrieron esa circunstancia horrorosa que es la de la detención, la violencia emanada del estado y la desaparición posterior a la muerte. Yo creo que el proceso de elaboración nace con el primer gesto de represión.
La historia de Alguien aquí conmigo está tratada desde la segunda persona. La voz de ese narrador es omnisciente o intenta reconstruir algo (los últimos días de un desaparecido) que en realidad no sabe como ocurrió.
─Yo diría que es una segunda admonitoria antes que una voz omnisciente, porque está manejada desde el punto de vista técnico y literario adrede. Todo el mundo sabe que es muy difícil mantener una segunda y sostenerla durante un trayecto tan largo como una novela. Lo asumí en principio como un desafío y aún cuando pareciera ser que todo lo sabe, esa voz, que podría ser un subconsciente o una conciencia, tiene una necesidad imperiosa de debatir con Miguel. Nunca deja de ser omnisciente pero la obligación de debatir porque aparece en un estado confusional muy grande, con los recuerdos confundidos, con algunas verdades preconcebidas que la voz le va señalando. Incluso lo critica en un momento.
¿La muerte está vista como un acto de libertad?
─La muerte es como una enfermera en este caso. Yo opté por la muerte porque es la que acompaña en general a los agónicos. El trayecto en el que comienza este debate del que hablábamos es muy cortito en el tiempo, sucede en apenas unos pocos días. Entonces yo me pregunto: ¿qué es la muerte? Porque en definitiva esta segunda voz de la que vos hablabas lentamente deja de tener una personalidad para mezclarse con la conciencia de Miguel y termina cayéndose con él. Yo me incliné siempre por la muerte. El debate establecido es una conversación demasiado profunda y quién menos que la muerte para saber todo lo que nos pasa. Y en que momento estará definitivamente con nosotros.
La muerte como un canto a la vida.
─La muerte celebra. La muerte celebra con Miguel lo que ha vivido Miguel. Esos veintisiete años de Miguel están llenos, como veras, llenos de cosas extraordinarias La muerte lo ayuda a Miguel a celebrar su vida y hacerle entender que lo que hizo está bien porque no hay otra forma de vivir mas que la que tiene Miguel.
Hay una gran abismo entre Miguel y la sociedad. Los verdugos lo ponen frente al televisor, a ver un partido del mundial de fútbol, que es lo mismo que enfrentar a una sociedad desmemoriando todo para sobrevivir con Miguel que está recordándolo todo para sobrevivir.
─Eso es lo que provoca la novela, una suerte de puja entre la memoria de Miguel, la memoria que pretendemos hoy los argentinos y la ignorancia de todo lo que sucedía en la sociedad en aquélla época. Son tres vertientes. De cualquier manera, lo que trata concretamente el diálogo entre Miguel y esta segunda omnisciente es exactamente su necesidad de reconstruir su vida y de establecer un debate que en la sociedad actual y en la anterior tampoco se dio. Miguel no tiene con quien hablar, está sólo, no hay nadie de afuera, está hablando consigo mismo.
En el marxismo de Miguel también se ven las aristas más humanas de la militancia. Miguel dice que los marxistas también son fetichistas. Eso a Miguel lo hace más bien entrañable que criticable. También se lo cita a Lenin y se habla de Marx como de Dios.
─(Risas) Las reglas y los preceptos marxistas en el devenir de la historia sirven para entendernos y para entender la realidad propuesta por el capitalismo. Creo que no hay estructura ideológica que sea capaz de manifestar con mayor claridad lo que nos pasó con el marxismo, con el materialismo dialéctico. Es una exageración cuando uno de los compañeros de Miguel le dice: “pero entonces es como dios”. Miguel se queda pensando, esto es una barbaridad, esto que están planteando en realidad es una ideología que tiene una perfección extraordinaria desde el punto de vista del análisis científico.
No hay ninguna otra ideología que la supere.
─Es más, ha sido muy utilizada...
Por los neoliberales.
─Sí.
Sabés que tu novela la leí en un día, me la dieron ayer. Fue mucha información para una lectura de cinco horas, sin embargo percibí un debate interesante en el que se podía conocer cómo era la militancia.
─A mi me dicen que la quieren releer porque tiene “todo esto”... Para ustedes los más jovencitos yo te diría que es casi esencial porque es entrar en un mundo que nunca se menciona, porque en general a los militantes a los desaparecidos a la gente que fue parte de la resistencia en esa época se los visualiza desde un lugar casi heroico cuando en realidad eran absolutamente humanos, con muchos conflictos, y yo creo que eso los mistifica tanto que los hace desaparecer.
¿Este debate entre Miguel y la voz es un intento de que los jóvenes tomen la posta o que conozcan la realidad y la cierren?
─Que conozcan la realidad es un paso, que saquen conclusiones es otro, y que accionen en base a esas conclusiones es otro más. Deseo que Alguien aquí conmigo sea bien recibido, en especial por el lector joven, deseo que los jóvenes accedan a este fragmento de la historia latinoamericana protagonizada por una generación que fue capaz de morir por sus ideales.
Pienso que después de veintidós años, regresó a tocar su música, voz del pueblo latinoamericano, en La Trastienda, a pedido del público. Pienso en la gente de mi generación que lo busca como una pregunta busca su respuesta.
¿Vos sos conciente de que la novela llegó justo cuando los setenta están al pie del cañón a la hora de debatir?
─Es una casualidad, si una novela no llega en el momento que uno quiere, llega cuando puede. En realidad, para mi no hay situaciones casuales, hay causalidades, y esta cuestión causal que provoca que la novela aparezca justo en este momento, cuando muchas personas de esta sociedad están empeñadas en rescatar la memoria, en poner en el lugar que corresponde cuestiones que han sido esenciales para el advenimiento de la democracia y para el futuro de la Argentina, en desentrañar la verdad, en establecer un lazo con sus derechos y con el estado, no es casual. Pareciera que uno como intelectual o como artista se adelanta siempre a los acontecimientos. La novela apareció justo cuando tenía que aparecer, ni antes ni después.
La vida, la militancia, de Miguel está tejida por constantes no aceptaciones.
─Es cierto. Su hermano Ramiro es un inocente, un chico que nació con fórceps, esa discapacidad lo hizo más lento de pensamiento. Por eso la madre lo elige a él como su protegido, porque sabe que es el más débil.
Los padres lo entregan a los torturadores, y él tampoco quiere aceptar ese hecho.
─No, no lo puede aceptar porque él no entiende porque no lo eligieron. Ya desde chiquito se siente abandonado, presiente que la protección va hacia el lado de Ramiro, su hermano y que él es el desprotegido por lo menos eso es lo que él siente en el debate con la voz, y gracias a esa voz empieza a comprender que algunas cosas que no son tan así y a establecer una relación muy especial con su padre, que nunca la tuvo, recupera a su papá.
Sus amigos Pablo y Carmín se mueren de manera desgraciada, son muertes que tampoco acepta.
─Miguel con la muerte de Pablo y Carmín hace un luto muy especial. Casi es una especie de consideración lúdica, los ubica en otro lugar. A Pablo lo ubica en una estrella, porque no quiere esa muerte, muerte que lo afecta tanto que se pasa noches enteras en el techo de su casa tratando de visualizar la estrella y se promete no bajar hasta no cruzar una palabra con Pablo. También rechaza el fallecimiento de Carmín, tanto que dibuja una gaviota en un vidrio en un tren para recordarlo, tanto no la acepta que lo vuelve a ver como un fantasma acompañándolo a él. Es decir el no acepta la muerte naturalmente ni la traición tampoco.
La traición es inaceptable para Miguel.
─No aceptar la traición es un signo vital en la militancia, o por lo menos el deseo a no traicionar. Pero es imposible que eso no ocurra en una mesa de tortura y él acepta a regañadientes, dice que delató nombres, que sólo a los clandestinos, que creía que ni siquiera conocía sus nombres verdaderos. Era una excusa para disminuir la culpa que sentía.
Si la militancia continuó su clandestinidad sin el apoyo social fue también por una no aceptación de esa realidad que imponía y finalmente impuso la dictadura.
-La militancia en esa época estaba supuestamente amparada por los partidos políticos. Había militantes radicales, había militantes socialistas, había comunistas del PC y de la Juventud Comunista, había militantes de la ultra izquierda, había militantes Montoneros, había militantes del ERP, había la necesidad de militar muy fuerte por parte de una generación que tenía un condimento intelectual intenso. Te diría que el 90 por ciento de mi generación fue muy lucido. Uno que la formó fue mi amigo Fernando de Valenzuela a quien yo menciono en el libro como homenaje, como uno de los protagonistas de la militancia, fue secretario de prensa del Partido Comunista español, ahora es el actual traductor de Kundera. El es un ejemplo, pero también hubo otros, abogados o médicos o ingenieros o arquitectos que tenían la intelectualidad a flor de piel, se trataba de toda esa generación embriagada por el auge de la literatura en América: Rulfo, Scorza, García Márquez, De Rokha, Neruda, Cortázar, Arlt, Macedonio Fernández, Girondo, Carpentier, Piglia, ellos eran nuestros líderes.
En la novela hay un intento de reubicar la figura de los escritores que cultivaban un arte estético que no tenían nada que ver con lo social, como la de Lugones que la ubicas donde tendría que haber estado siempre.
─Si, con bastante ironía, sí. También trato de reubicar la de Girondo. Ese pensamiento estético de la realidad fue la nutriente ideológica más fuerte antes de que la militancia cobrara fuerza. Y volviendo al tema de la militancia, los partidos políticos que en ese momento eran parte de esa resistencia. No tuvieron la capacidad suficiente como para proteger la seguridad de esos militantes y todos actuábamos con mucha inocencia, creyendo que el enemigo era algo etéreo, cuando en verdad el enemigo tenía una contundencia física muy fuerte. De hecho, el terrorismo de estado fue concebido por todos los organismos dependientes. Estábamos luchando contra un enemigo realmente muy poderoso, ya no solamente contra las fuerzas armadas, contra todos los organismos dependientes del estado que se pusieron al trabajo de reprimir, contra los grupos de tarea, contra la policía, contra la gendarmería, contra las fuerzas armadas, contra juzgados y jueces, juzgados que se negaban a darte la posibilidad de un Habeas Corpus. Todos los organismos del estado fueron responsables de la represión.
Y de haber instalado otro modelo de sociedad...
─Obviamente. Entonces qué seguridad le podía dar un partido político a un militante. Ninguna. Sólo quedaba que sobreviviera el que pudiera. De hecho, murieron treinta mil. La única moralidad posible era sobrevivir o acaso aceptar una coherencia, una ética de pensamiento, ser capaz de morir por ideales más que ideologías.
Los sobrevivientes que no murieron por sus ideales, porque no les tocó, como vos, no les quedaba otra que luchar desde el arte o desde la política, no sé si reivindicatoria, una lucha que de no llevarse acabo haría que fueras y fueran muertos vivos.
─¡Exactamente! Como ocurre con muchas generaciones.
Tengo familiares que ante la derrota se negaron a sí mismos, se dedicaron a la familia burguesita, se olvidaron de todo. Esa es otra manera de morir y de desaparecer.
─Yo creo que sí, porque cuando a uno le apagan este fuego y deja también de sentir o pretender no sentir está jugando en contra de su propio destino. A los que nos tocó sobrevivir, a los que quedamos en pie, nos toca este camino, yo no conozco otro. Es más no dejé nunca de hacer lo que hago, ni me amedrentaron, ni tampoco me vencieron como decían, porque desde el odio o desde el rencor nada es posible. Yo celebro la vida y lo que celebra Miguel con esta segunda voz omnisciente que puede ser la muerte es una conciencia, es la vida, es su vida, y aún cuando pareciera que esta vencido, el vuelo que inicia Miguel al final del libro es el que percibimos hoy nosotros, aquí, en democracia. Esa es una victoria. La voz que debate con Miguel es actual, porque la necesidad de debatir es actual. Entre la voz y Miguel hay un diálogo poético.
La poesía mediadora entre pasado y presente.
-¿Y qué es la poesía sino eso? Yo creo que la poesía es una mediadora, es un cuento maravilloso entre lo más profundo de un ser humano y su realidad. Cómo explicar esta realidad si no lo haces desde ese lugar. Uno no puede ser un contador o un administrador de pequeños sucesos cotidianos.Uno en todo caso es un testigo y si entendemos que un ser humano tiene como condimento sustancial su espíritu y que ese espíritu percibe esta realidad con dolor, con alegría, o en todo caso con emociones, qué mejor que manera de expresarlas que a través de la Poesía. Yo creo que la metáfora de la palabra, las imágenes, expresan mucho mejor la realidad porque la realidad es esa instancia que golpea nuestra sensibilidad de una manera determinada. La realidad no es los dos pesos que te faltan para el colectivo, esos dos pesos son un hecho disparador, pero lo que te provoca no tenerlos es una tristeza muy profunda y deviene de otra tristeza y de un reconocimiento muy especial de tu propia realidad y de la violencia que implica no tener los dos pesos. No hay otro camino que la Poesía entonces.
Bueno, el otro camino podría ser responder a la violencia con violencia.
─Bueno hay mucha gente que no encuentra este camino y sale a robar, mata a gente por la calle por esos dos pesos o por un par de zapatillas.
¿La verdad existe?
La pregunta lo sorprende. Reacciona:
─La verdad tiene la fuerza del que cree en ella. Si hay un hombre que cree en la verdad, la verdad existe.
Pero la respuesta vino después, cuando, además de firmarme su libro, escribió: “Amalia, la verdad existe en cada uno de nosotros. Sólo resta descubrirla. La vida es laberíntica y debemos encender una luz para atravesarla”. La verdad es alguien que está aquí y conmigo.
El legado de la militancia
Imposible no enamorarse de él. Sus ojos húmedos, su sonrisa familiar, esa disposición primero cansada de tanto periodista suelto, después interesada de tanto análisis y, finalmente, exigente de continuar conversando. Su nuevo libro, "Alguien aquí conmigo", se enmarca dentro de una reciente serie de novelas (por ejemplo, La noche más polar, de Daniel Tevini) que indagan desde la poética el sentido de la existencia de los desaparecidos.La consigna que me impuse fue no conversar sobre su vida privada. No para alejarme del autor sino para percibir de cerca sus verdades más profundas, nacidas de las experiencias reales que ya todos conocen: una hermana embarazada y un cuñado desaparecidos durante la última dictadura argentina. El encuentro entre esta periodista y este excelente escritor fue el encuentro de una generación que pregunta a la anterior. Víctor Heredia responde.
¿Alguien aquí conmigo fue un libro muy elaborado?
─Alguien aquí conmigo se trata de una novela que escribí hace cuatro años y que recién en el 2003 llegó a Editorial Norma. Tardé unos cuatro años en decidir cómo y desde dónde podía contar aquello que tenía ganas de contar. La obra no está formada por un sentido musical, sí en cambio por un lenguaje poético que me permitió resolver un tema extremadamente difícil de abordar como lo es la detención ilegal y secuestro y tortura de un muchacho militante, Miguel Artori, a manos de un grupo de tareas de la última dictadura militar. Me ubiqué desde ese lugar personal porque sentí que no correspondía ahondar en detalles truculentos ni mucho menos relatar sucesos que quizá ya se han descrito en libros más duros y más complejos, relacionados en mayor medida con el orden de lo jurídico, como el Nunca Más. Entonces, lo que escribí fue una novela de ficción basada en un hecho real, doloroso para los argentinos..
En realidad, no me refería a una elaboración técnica, sino a una elaboración interna, que puede haber empezado el mismo día en que terminó la dictadura.
─Ah, entiendo. Esto se dispara en el momento de las amenazas a la Triple A a los artistas en 1975, después recrudece con la desaparición de mi hermana embarazada en julio del 76 y me acompaña desde ese momento hasta ahora. Así que, imaginate, desde el 75 hasta ahora hay todo un proceso de elaboración. Incluso hay una primera novela escrita que se llama Banderas de la Primavera que es un mamotreto...
¿La escribiste vos?
─¡Sí! Incluso sigo escribiendo, estoy trabajando sobre la historia de una familia marginal actual, de una saga familiar. Es un mamotreto todavía. Esta que editó Norma es la primera editada pero es la quinta escrita. Banderas de la Primavera es quizá la que le dio nacimiento a ésta, porque fueron los primeros intentos de escribir sobre un tema que muy complicado de abordar, porque no lo podes hacer desde el alegato sino desde la humanidad, no lo podes hacer desde el panfleto sino desde la sensibilidad, y a mi me resultaba muy complicado sacármelo de encima, literariamente, de alguna manera. Ya no por hacer catarsis, sino porque tenía necesidad de expresar quienes fueron los que sufrieron esa circunstancia horrorosa que es la de la detención, la violencia emanada del estado y la desaparición posterior a la muerte. Yo creo que el proceso de elaboración nace con el primer gesto de represión.
La historia de Alguien aquí conmigo está tratada desde la segunda persona. La voz de ese narrador es omnisciente o intenta reconstruir algo (los últimos días de un desaparecido) que en realidad no sabe como ocurrió.
─Yo diría que es una segunda admonitoria antes que una voz omnisciente, porque está manejada desde el punto de vista técnico y literario adrede. Todo el mundo sabe que es muy difícil mantener una segunda y sostenerla durante un trayecto tan largo como una novela. Lo asumí en principio como un desafío y aún cuando pareciera ser que todo lo sabe, esa voz, que podría ser un subconsciente o una conciencia, tiene una necesidad imperiosa de debatir con Miguel. Nunca deja de ser omnisciente pero la obligación de debatir porque aparece en un estado confusional muy grande, con los recuerdos confundidos, con algunas verdades preconcebidas que la voz le va señalando. Incluso lo critica en un momento.
¿La muerte está vista como un acto de libertad?
─La muerte es como una enfermera en este caso. Yo opté por la muerte porque es la que acompaña en general a los agónicos. El trayecto en el que comienza este debate del que hablábamos es muy cortito en el tiempo, sucede en apenas unos pocos días. Entonces yo me pregunto: ¿qué es la muerte? Porque en definitiva esta segunda voz de la que vos hablabas lentamente deja de tener una personalidad para mezclarse con la conciencia de Miguel y termina cayéndose con él. Yo me incliné siempre por la muerte. El debate establecido es una conversación demasiado profunda y quién menos que la muerte para saber todo lo que nos pasa. Y en que momento estará definitivamente con nosotros.
La muerte como un canto a la vida.
─La muerte celebra. La muerte celebra con Miguel lo que ha vivido Miguel. Esos veintisiete años de Miguel están llenos, como veras, llenos de cosas extraordinarias La muerte lo ayuda a Miguel a celebrar su vida y hacerle entender que lo que hizo está bien porque no hay otra forma de vivir mas que la que tiene Miguel.
Hay una gran abismo entre Miguel y la sociedad. Los verdugos lo ponen frente al televisor, a ver un partido del mundial de fútbol, que es lo mismo que enfrentar a una sociedad desmemoriando todo para sobrevivir con Miguel que está recordándolo todo para sobrevivir.
─Eso es lo que provoca la novela, una suerte de puja entre la memoria de Miguel, la memoria que pretendemos hoy los argentinos y la ignorancia de todo lo que sucedía en la sociedad en aquélla época. Son tres vertientes. De cualquier manera, lo que trata concretamente el diálogo entre Miguel y esta segunda omnisciente es exactamente su necesidad de reconstruir su vida y de establecer un debate que en la sociedad actual y en la anterior tampoco se dio. Miguel no tiene con quien hablar, está sólo, no hay nadie de afuera, está hablando consigo mismo.
En el marxismo de Miguel también se ven las aristas más humanas de la militancia. Miguel dice que los marxistas también son fetichistas. Eso a Miguel lo hace más bien entrañable que criticable. También se lo cita a Lenin y se habla de Marx como de Dios.
─(Risas) Las reglas y los preceptos marxistas en el devenir de la historia sirven para entendernos y para entender la realidad propuesta por el capitalismo. Creo que no hay estructura ideológica que sea capaz de manifestar con mayor claridad lo que nos pasó con el marxismo, con el materialismo dialéctico. Es una exageración cuando uno de los compañeros de Miguel le dice: “pero entonces es como dios”. Miguel se queda pensando, esto es una barbaridad, esto que están planteando en realidad es una ideología que tiene una perfección extraordinaria desde el punto de vista del análisis científico.
No hay ninguna otra ideología que la supere.
─Es más, ha sido muy utilizada...
Por los neoliberales.
─Sí.
Sabés que tu novela la leí en un día, me la dieron ayer. Fue mucha información para una lectura de cinco horas, sin embargo percibí un debate interesante en el que se podía conocer cómo era la militancia.
─A mi me dicen que la quieren releer porque tiene “todo esto”... Para ustedes los más jovencitos yo te diría que es casi esencial porque es entrar en un mundo que nunca se menciona, porque en general a los militantes a los desaparecidos a la gente que fue parte de la resistencia en esa época se los visualiza desde un lugar casi heroico cuando en realidad eran absolutamente humanos, con muchos conflictos, y yo creo que eso los mistifica tanto que los hace desaparecer.
¿Este debate entre Miguel y la voz es un intento de que los jóvenes tomen la posta o que conozcan la realidad y la cierren?
─Que conozcan la realidad es un paso, que saquen conclusiones es otro, y que accionen en base a esas conclusiones es otro más. Deseo que Alguien aquí conmigo sea bien recibido, en especial por el lector joven, deseo que los jóvenes accedan a este fragmento de la historia latinoamericana protagonizada por una generación que fue capaz de morir por sus ideales.
Pienso que después de veintidós años, regresó a tocar su música, voz del pueblo latinoamericano, en La Trastienda, a pedido del público. Pienso en la gente de mi generación que lo busca como una pregunta busca su respuesta.
¿Vos sos conciente de que la novela llegó justo cuando los setenta están al pie del cañón a la hora de debatir?
─Es una casualidad, si una novela no llega en el momento que uno quiere, llega cuando puede. En realidad, para mi no hay situaciones casuales, hay causalidades, y esta cuestión causal que provoca que la novela aparezca justo en este momento, cuando muchas personas de esta sociedad están empeñadas en rescatar la memoria, en poner en el lugar que corresponde cuestiones que han sido esenciales para el advenimiento de la democracia y para el futuro de la Argentina, en desentrañar la verdad, en establecer un lazo con sus derechos y con el estado, no es casual. Pareciera que uno como intelectual o como artista se adelanta siempre a los acontecimientos. La novela apareció justo cuando tenía que aparecer, ni antes ni después.
La vida, la militancia, de Miguel está tejida por constantes no aceptaciones.
─Es cierto. Su hermano Ramiro es un inocente, un chico que nació con fórceps, esa discapacidad lo hizo más lento de pensamiento. Por eso la madre lo elige a él como su protegido, porque sabe que es el más débil.
Los padres lo entregan a los torturadores, y él tampoco quiere aceptar ese hecho.
─No, no lo puede aceptar porque él no entiende porque no lo eligieron. Ya desde chiquito se siente abandonado, presiente que la protección va hacia el lado de Ramiro, su hermano y que él es el desprotegido por lo menos eso es lo que él siente en el debate con la voz, y gracias a esa voz empieza a comprender que algunas cosas que no son tan así y a establecer una relación muy especial con su padre, que nunca la tuvo, recupera a su papá.
Sus amigos Pablo y Carmín se mueren de manera desgraciada, son muertes que tampoco acepta.
─Miguel con la muerte de Pablo y Carmín hace un luto muy especial. Casi es una especie de consideración lúdica, los ubica en otro lugar. A Pablo lo ubica en una estrella, porque no quiere esa muerte, muerte que lo afecta tanto que se pasa noches enteras en el techo de su casa tratando de visualizar la estrella y se promete no bajar hasta no cruzar una palabra con Pablo. También rechaza el fallecimiento de Carmín, tanto que dibuja una gaviota en un vidrio en un tren para recordarlo, tanto no la acepta que lo vuelve a ver como un fantasma acompañándolo a él. Es decir el no acepta la muerte naturalmente ni la traición tampoco.
La traición es inaceptable para Miguel.
─No aceptar la traición es un signo vital en la militancia, o por lo menos el deseo a no traicionar. Pero es imposible que eso no ocurra en una mesa de tortura y él acepta a regañadientes, dice que delató nombres, que sólo a los clandestinos, que creía que ni siquiera conocía sus nombres verdaderos. Era una excusa para disminuir la culpa que sentía.
Si la militancia continuó su clandestinidad sin el apoyo social fue también por una no aceptación de esa realidad que imponía y finalmente impuso la dictadura.
-La militancia en esa época estaba supuestamente amparada por los partidos políticos. Había militantes radicales, había militantes socialistas, había comunistas del PC y de la Juventud Comunista, había militantes de la ultra izquierda, había militantes Montoneros, había militantes del ERP, había la necesidad de militar muy fuerte por parte de una generación que tenía un condimento intelectual intenso. Te diría que el 90 por ciento de mi generación fue muy lucido. Uno que la formó fue mi amigo Fernando de Valenzuela a quien yo menciono en el libro como homenaje, como uno de los protagonistas de la militancia, fue secretario de prensa del Partido Comunista español, ahora es el actual traductor de Kundera. El es un ejemplo, pero también hubo otros, abogados o médicos o ingenieros o arquitectos que tenían la intelectualidad a flor de piel, se trataba de toda esa generación embriagada por el auge de la literatura en América: Rulfo, Scorza, García Márquez, De Rokha, Neruda, Cortázar, Arlt, Macedonio Fernández, Girondo, Carpentier, Piglia, ellos eran nuestros líderes.
En la novela hay un intento de reubicar la figura de los escritores que cultivaban un arte estético que no tenían nada que ver con lo social, como la de Lugones que la ubicas donde tendría que haber estado siempre.
─Si, con bastante ironía, sí. También trato de reubicar la de Girondo. Ese pensamiento estético de la realidad fue la nutriente ideológica más fuerte antes de que la militancia cobrara fuerza. Y volviendo al tema de la militancia, los partidos políticos que en ese momento eran parte de esa resistencia. No tuvieron la capacidad suficiente como para proteger la seguridad de esos militantes y todos actuábamos con mucha inocencia, creyendo que el enemigo era algo etéreo, cuando en verdad el enemigo tenía una contundencia física muy fuerte. De hecho, el terrorismo de estado fue concebido por todos los organismos dependientes. Estábamos luchando contra un enemigo realmente muy poderoso, ya no solamente contra las fuerzas armadas, contra todos los organismos dependientes del estado que se pusieron al trabajo de reprimir, contra los grupos de tarea, contra la policía, contra la gendarmería, contra las fuerzas armadas, contra juzgados y jueces, juzgados que se negaban a darte la posibilidad de un Habeas Corpus. Todos los organismos del estado fueron responsables de la represión.
Y de haber instalado otro modelo de sociedad...
─Obviamente. Entonces qué seguridad le podía dar un partido político a un militante. Ninguna. Sólo quedaba que sobreviviera el que pudiera. De hecho, murieron treinta mil. La única moralidad posible era sobrevivir o acaso aceptar una coherencia, una ética de pensamiento, ser capaz de morir por ideales más que ideologías.
Los sobrevivientes que no murieron por sus ideales, porque no les tocó, como vos, no les quedaba otra que luchar desde el arte o desde la política, no sé si reivindicatoria, una lucha que de no llevarse acabo haría que fueras y fueran muertos vivos.
─¡Exactamente! Como ocurre con muchas generaciones.
Tengo familiares que ante la derrota se negaron a sí mismos, se dedicaron a la familia burguesita, se olvidaron de todo. Esa es otra manera de morir y de desaparecer.
─Yo creo que sí, porque cuando a uno le apagan este fuego y deja también de sentir o pretender no sentir está jugando en contra de su propio destino. A los que nos tocó sobrevivir, a los que quedamos en pie, nos toca este camino, yo no conozco otro. Es más no dejé nunca de hacer lo que hago, ni me amedrentaron, ni tampoco me vencieron como decían, porque desde el odio o desde el rencor nada es posible. Yo celebro la vida y lo que celebra Miguel con esta segunda voz omnisciente que puede ser la muerte es una conciencia, es la vida, es su vida, y aún cuando pareciera que esta vencido, el vuelo que inicia Miguel al final del libro es el que percibimos hoy nosotros, aquí, en democracia. Esa es una victoria. La voz que debate con Miguel es actual, porque la necesidad de debatir es actual. Entre la voz y Miguel hay un diálogo poético.
La poesía mediadora entre pasado y presente.
-¿Y qué es la poesía sino eso? Yo creo que la poesía es una mediadora, es un cuento maravilloso entre lo más profundo de un ser humano y su realidad. Cómo explicar esta realidad si no lo haces desde ese lugar. Uno no puede ser un contador o un administrador de pequeños sucesos cotidianos.Uno en todo caso es un testigo y si entendemos que un ser humano tiene como condimento sustancial su espíritu y que ese espíritu percibe esta realidad con dolor, con alegría, o en todo caso con emociones, qué mejor que manera de expresarlas que a través de la Poesía. Yo creo que la metáfora de la palabra, las imágenes, expresan mucho mejor la realidad porque la realidad es esa instancia que golpea nuestra sensibilidad de una manera determinada. La realidad no es los dos pesos que te faltan para el colectivo, esos dos pesos son un hecho disparador, pero lo que te provoca no tenerlos es una tristeza muy profunda y deviene de otra tristeza y de un reconocimiento muy especial de tu propia realidad y de la violencia que implica no tener los dos pesos. No hay otro camino que la Poesía entonces.
Bueno, el otro camino podría ser responder a la violencia con violencia.
─Bueno hay mucha gente que no encuentra este camino y sale a robar, mata a gente por la calle por esos dos pesos o por un par de zapatillas.
¿La verdad existe?
La pregunta lo sorprende. Reacciona:
─La verdad tiene la fuerza del que cree en ella. Si hay un hombre que cree en la verdad, la verdad existe.
Pero la respuesta vino después, cuando, además de firmarme su libro, escribió: “Amalia, la verdad existe en cada uno de nosotros. Sólo resta descubrirla. La vida es laberíntica y debemos encender una luz para atravesarla”. La verdad es alguien que está aquí y conmigo.
Por Amalia Gieschen
Junio de 2004
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