lunes, 26 de junio de 2006

Una rubia

La rubia no come cerezas como Penélope Cruz, ni cruza las piernas a lo Sharon Stone. Sin embargo, pareciera que se moviera sin pudor, con una provocación particular, que esa gotita de aceite deshilachándose en su comisura o que esa leve inclinación de su torso fueran las instantáneas que hubiera plasmado el pincel de Goya si a este pintor no se le hubiese ocurrido nacer en el siglo XIX. Los comensales siguen sus cadencias mientras se atragantan con un pepino o beben de un sopetón medio litro de cerveza negra. Algunos más disimulados; pero otros –la mayoría- ya se la han llevado a las Filipinas para gozar una intensa luna de miel.
Por el contrario, las damas carraspean, aprietan sus pobres pechos o incursionan en carcajadas verdaderamente estrambóticas y miran hacia todos lados menos hacia donde todos miran. El ambiente del lobby se ha vuelto histriónico, y la rubia parece convivir con ello en total armonía. Después de devorar len-ta-men-te su comida, se levanta, balancea su largo pelo dorado y se va, tal como llegó. Esta noche su espectro revivirá acompasado en más de un sueño viril y continuará compitiendo con más de una mujer real.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

lo que son las ilusiones...

nos envuelven pero, está bien, nos dejamos envolver.

Reflexiones otro dia, ahora no tengo ganas.

Besote (viste que a veces se me da por firmar? muy lindo su relato)

Amalia Gieschen dijo...

ahhh te agarré!!! eras vos ese larzzen!!!
jajaja
el textito lo escribi hace muchos años, en base a una consigna...
tendría que empezar a escribir así, por consigna...si espero a que me aparezcan los "vacíos" inspitativos me voy a quedar en el banco de suplentes ad infinitum...

exhumado dijo...

hola amalia, escribes muy bien, además que buen relato sobre las rubias, espero encontrar una pronto :D

saludos

ecceccele dijo...

Me gustó la sutileza para referir el placer fantaseoso, el placer solitario.