viernes, 16 de junio de 2006

Fragmento de entrevista lamentablemente inédita de Alan Mills al poeta uruguayo Saúl Ibargoyen

A.M- Después de la lectura de El escriba de pie y de Grito de perro, me queda la sensación de que tu poesía está hecha con una cantidad casi ilimitada de sustancias, pero veo también que tu empeño es claro en lograr mucho más que la simple enumeración. Más bien pareciera que todos los núcleos y migajas (usando ese sentido de reciclación del megapoema) constituyen eso que llamás “(h)entropiones” y establecen un sistema abierto, cargado de vocablos y significantes que hablan entre sí. Así, tu universo poético presenta un espacio donde conviven mugres y energías, perros y sanguijuelas, huesos adelgazados, costras y grasa triturada, sin alterar el alto vuelo lírico. ¿De dónde nace esa ambición totalizante?

S.I- Tal vez nazca de las experiencias iniciales de la infancia, que son la clave escondida de la creatividad poética, clave que -en contradicción aparente- se nutrirá de las adquisiciones de la cultura y de la vida en los años siguientes. Dicha clave será la serpiente que tratará, en un gesto inútil, de morderse la cola. En mi caso, pues, las vivencias de la primera infancia, que se dieron en un ámbito semirrural o suburbano conformado en un zona de terrenos que se dedicaban al cultivo de frutales y viñas. Eran pequeñas propiedades con sus casas, sus divisorias, sus árboles, su tierra oscura y grávida siempre. Había perros de variado pelaje, gatos escurridizos y pájaros: gorriones, cardenales, golondrinas, benteveos. Y gallinas numerosas y ovejas aisladas y vacas de Holanda manchadas de blanco y negro. Mi familia vivía en un chalet afrancesado, y ésa fue mi segunda casa a los pocos días de nacer; yo arribé a este mundo en Montevideo, a unos kilómetros de allí, de ese barrio llamado Manga que la ciudad luego absorbió. Había estación de ferrocarril y los trenes nocturnos traían destellos, humos, pitidos, sonoridades que hacían temblar los campos: eran los dragones que también poblarían mi imaginario de esos años. Por la calle de terracería que daba al frente del chalet, pasaban gitanos vendiendo sus ollas de cobre; tenían fama, no comprobada, de ladrones de infantes. A veces alguno de nuestros canes aparecía muerto, con las tripas destrozadas por sórdidos venenos o vidrio molido. Había naranjas y uvas y manzanas cerca de nuestras manos y de los dientes que aprendían a ser feroces... Es decir, aquel niño respiraba en una especie de inmenso cosmos variable y dinámico, nunca repetido, jamás anodino, limitado por el orden familiar pero asimismo infinito. Ese cosmos se iría reduciendo con los cambios de casa, con el vivir en pensiones, con las carencias materiales, con los hábitos clasemedieros. En cierta ocasión, mi tío Samuel, hermano de mi padre que vivía en Lyon, quiso llevarme con él. Fue mi primer gran viaje imaginario, pues mi madre se opuso a esa propuesta. Eso también ayudó a que mi ánima ratificara su tendencia a la expansión y al caos. Pero la “sed de infinito” de Lautréamont se confirmó en mí, hasta hoy. De todo esto salen, creo, todas esas acumulaciones totalizantes: el feísmo de la realidad, los sonidos discordantes del mundo; la angustia por la ausencia de un dios o frente a la injusticia y la insolencia del poder, vendrían después.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Che, muy bueno el blog! pero faltaría un poco más de poesía. Menos palabras de autor y más texto, porque los autores -como los futbolistas- cuando le ponen un micrófono adelante, la cagan.

PD: El hecho de que Laiseca te haya considerado trucha tenés que entenderlo como un piropo. Un tipo que escribió una novela de miles de páginas aburridas y que tardó miles de años en ser re-editada (ni hablar de Matando enanos a garrotazos) y que encima cuenta de la manera más embolante posible cuentos por la tele, no es autoridad en la materia.
Saludos

Amalia Gieschen dijo...

Atención: este es un comentario super informal

Ufa che! Firmen con nombre, no se amilanen, den la cara, porfi; porque sino, después, termino comiendome las uñas debido a los nervios que me produce no saber de quién se trata, o un pedacito de nombre te pila... porfi!!! o un seudónimo que me diga algo...
MUCHAS GRACIAS por tus comentarios ¡Me alientan cuando más bajoneada estoy! Si te fijas bien, publiqué bastante poesía, en realidad, mucha (y voy a seguir, pero tiempo al tiempo). Poemas de latinoamericanos, inéditos, en abundancia. Estoy esperando que me manden algo más. Lo que sí, voy a pedir disculpas, porque por ahora no voy a poder escribir nada yo (estoy escribiendo algo, pero va a tardar). Tengo unos problemas económicos de la san pu... ¡&%/! que me tienen bastante bajoneada. Prefiero (mentira, pero eso tengo que preferir)tirar currículums ad infinitum. Disculpen por eso.
Con respecto a lo que dijeron don Laiseca y Fogwill, si lo publiqué es porque no me produce ni la menor angustia, por el contrario, me dio mucha risa... Además de que son comentarios descontextualizados, porque no me los hicieron referidos a la literatura, sino a proposiciones vitivinícolas que rechacé cual diva en condición de rechazar lo que se le cante. Eso fue lo que me dio risa. Rechazar a dos queridos y eminentes energúmenos de literaturas admirables.
Besos
A

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Anónimo dijo...

Che, concuerdo con Liff. Creo que Laiseca se debería dedicar a escribir guiones para Adrian Suar.

Anónimo dijo...

Bueno, Zaratustra ya sé quien es, Liff también (a me lo imagino). Partiendo de eso, ya puedo hablar y decir que no sé si Laiseca iría para Suar. Imaginense a los Sorias convertido en serie televisiva...O cualquier libro suyo...Para mí tira más para una película que se dirima entre la nouvelle vague y La naranja mecánica, aunque me crean loca. Igual no lo puedo certificar.

Anónimo dijo...

No pongan esas caras! Es una broma

Anónimo dijo...

Con todo respeto, mi mujer me regaló un ejemplar de Los Sorias y luego de 100 páginas aprox. me di cuenta que los árboles no tienen la culpa. Para qué tanto papel mal gastado? Greenpeace tendría que haber pedido su publicación en formato digital para ayudar al medioambiente!
De todas maneras respeto mucho su frondoso bigote y esa imagen de pocos amigos que se presenta en un banquito en I Sat (aunque deja mucho que desear).

Amalia Gieschen dijo...

Y tu mujer qué dice de Los Sorias?
Fijate que no gastó tanto de papel porque tampoco se hicieron tiradas de 10.000 ejemplares... En eso se equilibra...lamentablemente...Habría que vivir en los setenta para que algo así ocurra.
Antes que quejarse por el gasto de papel en Los Sorias, prefiero quejarme por los papeles que reparten los volanteros... Eso sí que es un despilfarro. Uno generalmente tira los papeles a la basura, a lo sumo te sirven de anotador. Los Sorias por lo menos te sirve para criticarlo. A propósito, ¿lo leíste todo?
Bravo por vos, uno de los pocos!
Besos desde Buenos Aires
A

Anónimo dijo...

No me voy a agregar méritos que no tuve. Si debo ser considerado héroe o martir, debe ser por acciones reales, por lo tanto tengo que confesar que no pude pasar de los dos tercios del libro.

Amalia Gieschen dijo...

atención: de ahora en más todo el que firme deberá indentificarse ¡de alguna manera!, sino su comentario será "censurado".
hay que dar la cara, gente.

Amalia Gieschen dijo...

No se trata tampoco de saber exactamente el nombre de la otra persona, sino de que es muy injusto de que un ente sin identidad, sin ser, sin nada, opine y modifique tu existencia con sus opiniones sin vos estar en las mismas condiciones. En un blog yo me estoy exponiendo y espero lo mismo de ustedes. Necesito saber que son algo más que una opinión, sin identidad la opinión se vuelve vacía, chata. Saludos,
A

Anónimo dijo...

Amalísima: la cuestión no es SER sino más bien ESTAR (releamos a Rodolfo Kusch!). Un nombre no hace sombra a la opinión o a las modificaciones de la existencia porque, como ya dije existir es estar y no ser. La palabra que te encasilla en un nombre no altera (= mejorar) en nada esta realidad sino que, por el contrario la recorta o empobrece.
¿De todas maneras no era que ya sabías mi nombre?.

Saludos.

PD: a riesgo de que borrés mis comentarios te mando el dato que calmará tu curiosidad pero dará muerte al personaje: Diego Rosake.

Amalia Gieschen dijo...

Zaratustra, ya indiqué más arriba que no hacía falta el nombre completo. Para mi estar y ser están muy emparentados, son conceptos que terminan fusionandose. Que alguien esté -en cuerpo, como suele decirse- no significa que esté. Estar es una presencia, y una presencia tiene que estar llena de ser. Eso para mí.
Yo dije que los nombres, más arriba lo dije, no me importaban, sino el tema de que el que esté (lo cual lo agradezco mucho, agradezco que visiten mi blog y lo comenten), no sea sólo una opinión. Me parece que hay poco riesgo ahí. Cualquiera puede opinar. En tu caso, por ejemplo, no sólo tiraste opiniones, también te expusiste un poco (NO ME REFIERO, nuevamente, A TU NOMBRE, sino a tus ideas, etc.)
Manda saludos, la guacha censuradora.
Pido disculpas si parecí exacerbada.