Me pidieron que escriba. Cuesta. El diario íntimo -que es a lo que tiende un blog, si no es a un ensayo de redacción- no puede ser sacado de adentro con tenazas, debe -al menos en mí- permitir libremente descubrir una experiencia física, llenar un vacío y provocarlo. Pero no como curativa psicológica (que es lo que, precisamente, estoy haciendo en este momento), sino, diría Kafka, como "cantera de los relatos". Estoy escribiendo algo sobre Seijun Suzuki, cineasta japonés. Les prometo que en pocos días lo cuelgo. Por ahora, comento que en los dos últimos días devoré dos libros. Ambos de Amélie Nothomb. Una autora que recomiendo. Su biografía es su mejor novela. Lo hace entrever en cada libro. Ha vivido tantas experiencias corporales que es imposible no sentirlas por su variedad y profundidad como una ficción y, esa ficción, como una experiencia corporal. Biografía del hambre, su última "novela", fue mi preferida ante El sabotaje amoroso, pese a que Biografía... es una continuación de El Sabotaje... Jamás encontré a alguien que explicara tan detallada y sublimemente qué es la anorexia para una anoréxica (no se trata de estar flaco, sino de una vivencia mística). Al leerla me sentí estremecida. No por la identificación, no, sino por la envidia.
Por poder expresar con libertad una experiencia tan personal y tan difícil de extraer de sí misma, hecho que califiqué como el más sano del mundo. Escribirla no consistió para ella una descarga. No se centró en la anorexia, sino en la metafísica del hambre, en el hambre de hambre sufrida por una chica -ella misma- que antes de la enfermedad siempre estaba "hambrienta", hambrienta en el sentido de búsqueda, de exigencia ante el mundo, una exigencia que se torna violenta en El Sabotaje... y que su enfermedad le arrebata durante más de dos años. Hablar de sí, a debida distancia, puede permitir la creación de una obra de arte.
Disfrutaba de Amélie y del cine japonés. Pero apareció el parcial de Eslavas amenazante, a dos semanas de distancia temporal. Recién ahora que estaba volviendo a disfrutar de la lectura y, en consecuencia, habían revivido mínima pero crecientemente mis ganas de escribir...
No puedo escribir sin leer.
Si alguien creyera en Dios, le pediría que rece para que mi destino se dirima entre la lectura y la escritura. Por mi parte, sólo cruzo los dedos. No creo en Dios, aunque lo escriba en mayúscula. No, no creo. Si lo escribo con mayúscula es porque me da terror nombrarlo de otra manera. Tiemblo al pensar en la blasfemia tanto como pienso constantemente en la hora de mi muerte, en el terror que sentiré en esos instantes previos al fallecimiento por no saber si no hay nada después, después del último respiro (y haber vivido como si no hubiera siquiera la Nada), si Dios existe y me castigará por mis "pecados", punibles por concientes. Me salvaría del terror si retomara mi fe en la poesía. Entonces, mis errores dejarían de ser concientes y se convertirían en actos de fe. Eso Dios lo tiene que respetar. Espero.
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4 comentarios:
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¡¡¡¡Madrinaaaa!!!! es muy graciosa la foto de este último post ¡¡¡es muy lindaaa!!! =D
Cuando tenga un poco más de tiempo voy a leer tooodo todo el blog.
Un beso grandeee ¡¡te quiero mucho!! y gracias por todo =)
Eso Dios, sin duda te lo va a respetar, sino no hay Dios, o es un Dios maleducado. Mientras tanto, hasta comprobar alguna de estas variantes... ya son otros dos dedos los que se cruzan por vos. Un beso, hermosa. Horacio.
¿Y porque tienes que elegir uno de los dos? No conozco a nadie que pueda escribir sin leer.
Espero con ansias lo de Seijun Suzuki, ¡besos y suerte!
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