domingo, 17 de agosto de 2008

PLAGIO




El vacío no se podía llenar, porque lo que lo llenaba no existía. “El rededor del vacío, por fin, floreció; pero sus raíces no se veían. Un rato hubo de cortarse la maleza que se encontró un ancla. Sus poros de tierra regurgitaban los gemidos de una bestia -extraña-, iluminados, encendidos por un girasol de sol clavado en el culo. Martín se dio media vuelta y se tiró un pedo. Martín se dio media vuelta y lo vio. Se habían evaporado los gemidos y el agujero interior hizo efecto vacío y se llenó de flor.



de Lo que me costó el amor de Amalia, por Florencia Tellado, en “María no mató a Los Chanchos”, Ediciones El Matadero, Buenos Aires, abril de 1982.

Un rato hubo de cortarse la maleza que se encontró un hacha. Los poros de la tierra regurgitaban y se escuchaban a los lejos los gemidos de una bestia extraña. Entonces, el sol iluminó a los muchachos y éstos descubrieron un girasol encendido. Martín dio la media vuelta y, sin querer, se tiró un pedo. Leo se echó a correr. Martín, después, también. Corrían. Se evaporaban los gemidos mientras el fuego iba ganando terreno.

de Lo que me costó huir del amor de Martín, por José Bazán, Historia del amor que no amaba, Edición de la Flor, Montevideo, agosto de 2007.

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