Afloró la voz hundida en el desierto, y fue remanso abierto a una noche abierta de horizonte a horizonte. Nacida en el dolor y pujada por la separación imposible, cantó a la gata muerta y recién nacida, a la que condenó con un nombre y adoptó como hija –en el desierto-. Libertad de amor que llora los ojos que dejaron de verme y partieron al basural, entrecerrados.
No se resignó al sufrimiento, pero sufrió. Por eso quiso abrir los ojos cuando sintió mi pecho. Por eso no terminó por cerrarlos cuando sintió su ausencia. Quise cerrárselos, pero el ángel que tomé prestado para absolver mi culpa anunció que ya no eran míos los ojos de mi gata, y se los llevó.
Hijita, hijita, sin tu cuerpo te perderás en el olvido. Hijita mía, ronroneadora en el sudor de los sueños. Sobre mi pecho, tu vida diminuta se encendía. Lejos de mí, te perderás en el olvido. Lejos de mí fue que tu cuerpo quedó rígido. Por mí y por ellos, lejos de mí, por mí y por ellos, te perderás en el olvido. Por mí, tu cuerpo quedó rígido. Lejos de mí, por mí. Sin cuerpo, yirarás en mi olvido. Hijita mía. Yira, Yira. Amor perdido. Tu cuerpo quedó rígido. Tus piernas, fijas, no olvidaban el suéter ahora ausente en el que apoyé tu vida que se iba. Tus ojos sin cerrar. Te dejé, convertida en mugre, mientras tus piernas y tus ojos no olvidaban. Todo por no haber sido tuya a tiempo. Por haberme entregado a ellos, antes de tiempo.
lunes, 20 de noviembre de 2006
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2 comentarios:
Que conmovedor... yira merecía la justicia de tu arte.
Saber que somos polvo que -solamente- en este instante tiene una forma asegurada.. la sensación ahoga.
En fin, me pone muy triste lo de tu gatita. Quiero regalarte otra :)
Ah, por cierto, estás hermosa en la foto.
Nos vemos, besotes
Lucas
=(
lo lamento mucho.
No llegué a conocerla pero con la foto me alcanzó.
Te quiero mucho madrina.
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