martes, 1 de octubre de 2013

Nueva predicación del monje proletario, poema inédito de Jorge Aulicino

Nueva predicación del monje proletario

1
Cuando sintió que su pena era el centro del mundo
no pudo hablar: tartajeó. Esto me dijo, y miró
el paso silente de las nubes sobre su propio pensamiento.
Mira pues que la pena no es en absoluto productiva,
los ejércitos la esquivan,
pues se es en el rabiar, y no en la pena.

Como un lobo cabizbajo y atento al rastro, andá.

Dio de revés, sirvióme la pelota.
Pero no con ella algo pude hacer
sino con la continuación de la historia
por todos los medios. Con empujar la historia
a pura voluntad, fuerza del pecho,
y de nada sirvió. Había leyes trazadas
sobre el occidente, que cada mañana se hace;

se hace, púrpura o naranja, una y otra vez.
Lo veas o no.

2
Un maestro no se sienta junto a un barco varado,
no predica en el desierto,
no se sienta contra el horizonte que se borra,
no se pone a decir donde lo todo ha sido,
donde ya lo que moraba no está.
Un maestro es como un gato atento, luego desatento,
pero predica en el astillero, no en el desierto;
en la fragua, en la casilla de atrás,
en todo caso, en los trastos, ¿ves?, como los de esa terraza.

Donde la civilización trabaja y desagua.

3
Pero yo no soy tu maestro, indicó.
No he de ser yo tu maestro, tu mojón.
Has de privarte de vos
si querés oír,
pero aún así
no me oirás.

Estás maniatado.
Esto decía mientras el poniente ignoraba su búho.
La gente se interpreta, está todo vacío. Hay
algo que hallarás en las ciudades que caen.
O andate a la Puna a penar.
Con los compadritos, los soberbios, los
fabricantes de humo, los otarios.
Seguí pensando que la historia se hizo para vos,
giradora, endocrínica, profunda.

4
La temperatura se mantiene constante,
no creas en los augures del cambio
climático. Hace dos milenios que todo está igual.
No creas en los augures del progreso.
La revolución fue un sueño geométrico.
No creas en la ciencia de la revolución.
Seguí el rastro de la historia banal,
como un lobo, cansado y al acecho.

5
La revolución fue un sueño geométrico,
pero fue un cuartel, una abadía y un colegio.
Hombres hubo allí que aprendieron. Aprendieron
lo único necesario: que se necesitaban unos a otros.
¿Quién nos ha metido el diablo en el cuerpo?
¿El capitalismo? ¿Hobbes? ¿La ciencia? ¿Rousseau?
¿Dónde un sabio vendría a meditar
sino en las ciudades que se levantan y se caen? 

6
En lo que respecta al poema: miremos al frente.
La poesía no es natural ni puede serlo.
No es una papa, su consumo no depende de la
menor o mayor oferta en el mercado; es y no es
un tubo de dentífrico, la poesía no es de todos,
modesto patán; la historia comienza por esto:
dar pasto a la mirada.




Foto:  Daniel Mordzinski

Jorge Aulicino nació en 1949 en Buenos Aires. Publicó, entre otros, los libros de poesía  "La caída de los cuerpos", "Paisaje con autor", "Hombres en un restaurante", "Almas en movimiento", "La línea del coyote", "Las Vegas", "La luz checoslovaca", "La nada", "Hostias", "Máquina de faro", "Cierta dureza en la sintaxis", "Libro del engaño y del desengaño" y "El camino imperial. Escolios".

En 2000 Libros de Tierra Firme publicó "La poesía era un bello país", una antología de su obra hasta ese año. En 2012 publicó su poesía reunida bajo el titulo de "Estación Finlandia" en Ediciones Bajo la Luna. Traduce a poetas italianos. En 2011 apareció su traducción de Infierno, de Dante Aligheri.
Fue integrante del Consejo de Dirección de Diario de Poesía entre 1987 y 1992. Trabajo en agencias de noticias y revistas y, durante 28 años, en el diario Clarín. Desde 2005 hasta 2012 fue editor de la revista de cultura Ñ, que edita ese diario. Colabora en la revista digital Poesía Argentina y en Periódico de Poesía de la Universidad de México.

1 comentario:

María Rosa Via dijo...

genial y bello.