miércoles, 15 de junio de 2016

BREVE RECORDATORIO DEL XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE BUENOS AIRES


Entre el 7 y 11 de junio de 2016 se llevó a cabo el XI Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires. Los lugares elegidos para desarrollar el evento fueron, principalmente, el Centro Cultural Kirchner y, en segundo lugar, el Mercado del Progreso y la sede de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Fueron 35 los invitados, locales y de otros países como Bolivia, Chile, México, Brasil, Portugal, España, Italia, Canadá, Dinamarca, Holanda, Suecia, Turquía, Japón, Corea del Sur, India y la participación, por primera vez, de Rusia y de Líbano. De ese número, 17 fueron vates femeninos. Además, el segundo día se sumó la poeta rusa Olga Anikina, esposa del coterráneo Dmitry Legeza. Las mujeres tuvieron una impronta muy luchadora: desde la coreana Moon Chung-hee (con su poema Historia de la casa encontró razones para explicar la invasión y la persecución al sexo débil), la chilena Malú Arriola (con su poema El Brazo relató por qué una mujer que escribe daría todo por su amor, menos su brazo: “El brazo con el que es­cribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada”) hasta la sueca Lina Ekdahl (con su poema No juegues con el idioma develó un mundo sin libertad). La frutilla del postre fue la poeta Mirta Rosenberg en el cierre, quien leyó poemas de un libro que está tratando de armar: Cuaderno de oficio. “Trata de mostrar mi vínculo cotidiano con la poesía”, dijo y fue aplaudida largamente. Asistir a un festival de tamañas dimensiones es pasear por una babel de idiomas, sí, pero también por un sinfín de sentidos. Podemos divisar “una lluvia de flores amarillas” (Marina Serrano, Argentina) o “30.000 desaparecidos y tumbas esparcidas por todo el territorio nacional” (Numy Silva, Paraguay), pasear por los 31 días del mes en un sólo poema (Thomas Boberg, Dinamarca), ponernos en el lugar de un vampiro (Benjamín Chávez, Bolivia) o soñar con mulas en el Himalaya (Yuyutsu Sharma, Nepal). Podemos, también, encontrar variedad de estilos: desde los poemas románticos de Claudio Lo Menzo (Argentina) hasta textos de un complejo neobarroso europeo (Luís Serguilha, Portugal). Podemos perdernos en un laberinto de poesía de la buena, de esa que nos invita a dejar de ser indiferentes. 

(Este artículo se escribió para Facebook y el diario barrial “El Chasqui”).

POEMA “EL BRAZO”, DE MALÚ URRIOLA

Cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo, daría un brazo por no sentir esta falta... daría un brazo, pero no el brazo con el que escribo. El brazo con el que es­cribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada. Este brazo es el que aprieta mi vientre, el que hunde su mano en mi garganta para que las palabras salgan, porque mi brazo sabe que las palabras son como trozos de carne que me atoran, si no tuviera este brazo tampoco podría hablar, porque este brazo es mi lengua, con este brazo puedo decir lo que la lengua se calla, podrían cortarme la lengua pero no el brazo, por eso no siento ningún miedo cuando tengo la lengua dentro de tu boca, porque aunque la arrancaras me quedaría este brazo. Con este brazo me sostengo, con este brazo lucho cada día. Cuando me pierdo es este brazo quien me encuentra, cuando me desespero es este brazo quien me calma, este brazo es mi memoria, este brazo es quien me saca a flote, quien jala de mí, quien me aturde para arrastrarme hasta la orilla, este brazo se compadece de mí más que nadie, me saca el agua que he tragado, me golpea el corazón para que ande, si no fuera por este brazo no sé qué sería de mí, por eso sigo a mi brazo, porque este brazo es capaz de encontrar lo que yo no hallo, por eso es él quien escribe, porque si escribiera yo, no encontraría las palabras necesarias, en cambio mi brazo es exacto, porque mi brazo sabe que si no soy capaz de resistir, que si me agoto de ver todo el tiempo lo mismo, que si me canso de escuchar las mismas pa­labras idiotas, que si me harto de ver a la misma gente como en un cinematógrafo de barrio, que si me aburre ver con mis ojos sus ojos pajes desesperados de fama, de una fama gris de estrella de cinematógrafo de barrio, porque mis ojos se cansan de ver tanto, todo igual, repetido, mi ojos se hartan tanto que se harían sal si vieran que algo nuevo pasara, porque esta ciudad se detuvo antes que llegáramos yo y mi brazo, esta ciudad sombría ya no se desempaña, esta ciudad es inalterable, esta ciudad quisiese ser rubia, esta ciudad quisiese beber whisky cuando se muere de hambre y si este brazo no fuera fuerte nos habrían arrancado medio pedazo, pero a mi brazo nada de esto lo derrumba porque mi brazo es ciego, mi brazo es sordo, mi brazo sólo escucha la sangre de él. Sabe que cuando no dé más deberá tomar la empuñadura y rajar la muñeca de mi otro brazo, sabe que aunque son pares sólo él puede hacerlo, sabe que él será el último en abandonar, lo sabe, como sabe también que será capaz de dejar de escribir porque escribir me daña a veces, mi brazo sabe que escribir daña porque es él quien escribe, cuando mi brazo escribe sabe que está doliendo, quemando, sabe que me revuelvo toda, por eso mi brazo dejaría cualquier cosa para calmarme. Es este brazo quien te olvida, no yo, porque mi brazo sabe que estando juntos somos capaces de resistir tu falta, que podemos trazar tu recuerdo, en cambio si me faltara este brazo yo me quedaría muda, me quedaría postrada, no podría resistir, no podría, por eso no te doy este brazo ni se lo daría a nadie, porque este brazo es el único capaz de librarme de mí. 



Del libro “Hija de Perra”, de Malú Urriola. 1998, Editorial Cuarto Propio, Curandera Ediciones.